viernes, 19 de abril de 2013

¿Maquilista o Integrador Cultural?




Hoy por hoy, el cubano americano Emilio Estefan es considerado por los críticos afines a la transculturización, uno de los principales productores de la música latinoamericana. No cabe duda que para estos y muchos  periodistas del espectáculo, El Midas de Miami  “es símbolo de la nueva hispanidad ante el mundo al fusionar dos culturas: la anglosajona y la latina, y entender el sentir y las inquietudes de ambas. Gracias a ello ha creado su muy particular forma de trabajar en el punto medio de ambas” a como lo señala la periodista Fabiola Hinojosa.


En los 90, Estefan creó la empresa Estefan Enterprise y se convirtió en el artífice del cambio del sonido de intérpretes como Jon Secada y Alejandro Fernández. Sus producciones llegaron hasta trasnacionales como EMI, Sony y BMG y musicalizó películas como Evita, Pocahontas y Dance with me. Actualmente, Estefan, conocido también como El Padrino,  lidera una corporación de más de 200 millones de dólares.

Ana María Ochoa, especialista colombiana en etnomusicología e investigadora del desplazamiento de las músicas tradicionales hacia los medios masivos y el nacionalismo en la música, agarra al toro por los cuernos en la obra “Músicas locales en tiempo de globalización” y cuestiona la transculturización en el contexto de las llamadas Músicas del Mundo o World Music.


Ochoa despega con la transculturización de la música durante los 80 y 90, señalando que esto originó monopolios en lo audiovisual y lo informático. Agrega que coexisten dos grandes actores en la producción musical, los majors o grandes compañías disqueras en dominio del mercado internacional y los indies también compañías disqueteras pero de menor tamaño que descubren nuevas músicas y talentos, provenientes de las denominadas músicas locales ligadas al territorio y la tradición oral en Africa, Asia y Latinoamérica.

Según la investigadora, la relación entre majors e indies mas que ser antagónica es de cierta complementareidad.  Asimismo, se resaltan los cambios tecnológicos, entre estos la digitalización, como un factor determinante de nuevas relaciones de  producción, almacenamiento, consumo y distribución de la música incidiendo en la estética y el cambio del sensorium. En este contexto, se da el surgimiento de la World Music o Músicas del Mundo, sinónimo del mercadeo global de los sonidos de lo local, creando nichos de mercado y presentación para músicos tercermundistas.  

 Así, la mayoría de los majors se trasladan a Miami, lo que contrasta con el incremento de los repertorios locales, que al final serán desplazados a la gran maquila de la música en la Ciudad del Sol, con el propósito de que estos sean adaptados estilísticamente a los postulados transnacionales de lo latinoamericano-latino. Finalmente, en medio de esta dialéctica se alza la problemática de la piratería y los descensos en las ventas de discos, lo cual supone un desafío de reinvención para la producción y comercialización de la música de parte de los oligopolios transnacionales.





 

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